No se sabe el número de personas que mueren tratando de llegar a nuestras costas porque a los gobiernos de esta rancia, envejecida, caprichosa y egoísta Europa no les importan sus vidas. No les importan porque son pobres. Y son pobres, entre otras cuestiones, porque Europa empobreció sus países. Y los empobreció desde la superioridad que te da tener las armas y atribuirte, a lo largo de la historia, el uso legítimo de la violencia.
Sin embargo, somos nosotros, los desarrollados, los que damos ejemplos de democracia al orbe. Desde la superioridad, clasificamos mundos y afirmamos, sin ruborizarnos, que nosotros somos del primero y los países pobres, en los que vive el 80% de la población mundial, son el tercero. El cuarto está en los pobres que tenemos «la desgracia de ver cada día» desde el prisma de la aporofobia; y, el segundo, nadie sabe muy bien dónde está.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos indica que todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Sin embargo, nuestras administraciones públicas se afanan por distinguirlas en función de su nacimiento y, sobre todo, de su posición económica, trasladando el mensaje a la sociedad de que no todos los seres humanos valen lo mismo.
Vamos a tratar de resolverlo con dos preguntas abiertas que les invito a contestar. ¿Cuál es la reacción político institucional cuando en una ciudad europea muere un grupo de personas en una calamidad colectiva? ¿Cuál es cuando el grupo muere tratando de llegar a nuestras costas?
A estas alturas ya habrán visualizado a los políticos en las puertas de las instituciones, mostrando duelo y respeto ante la calamidad colectiva del primer mundo y la indiferencia manifestada ante las personas del mal llamado tercero, ante un similar número de muertos en una patera o en un cayuco.
En el 2017, la Federación Aragonesa de Solidaridad y la Plataforma Ciudadana contra el Racismo escribimos una sencilla carta a todos los grupos políticos, instándoles a realizar gestos de duelo institucional cuando se produjeran acontecimientos como el de aquel 4 de julio, cuando desaparecieron 49 personas en el mar de Alborán. Entendíamos que las administraciones públicas aragonesas debían reaccionar de la misma manera ante todas las víctimas de calamidades colectivas, independientemente de cuál sea su origen y el tipo de tragedia humana, acabando con la indiferencia institucional.
Cuatro años después, seguimos esperando su reacción. Y, sin embargo, lejos de reaccionar, lo que van haciendo las principales administraciones aragonesas es ir incumpliendo los pactos contra la pobreza que firmaron en su día. Así de triste.
Por eso, el tercer miércoles de cada mes seguimos convocando una concentración por las personas fallecidas tratando de llegar a las costas españolas para, además de realizar un gesto de denuncia, duelo y solidaridad con las personas fallecidas, lanzar al mensaje de que todas las vidas importan de la misma manera. Vamos, lo que deberían hacer nuestras administraciones públicas.
Artículo de Fernando Pérez ex Presidente de la Federación Aragonesa de Solidaridad para Espacio3 – El Periódico de Aragón.