Construyendo ideas, tejiendo solidaridad

El planeta, al carajo

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LA CAMPAÑA ELECTORAL HA TRAÍDO UNA VISIÓN TEATRALIZADA DE LA REALIDAD Y HA OLVIDADO ALGO CLAVE: LA MIRADA QUE REQUIERE UNA ECONOMÍA PARA LA SOCIEDAD Y UNA SOCIEDAD QUE PERTENECE A LA BIOSFERA

Fotografía: Mural de grafitis Comuna 13 de Medellín (Nuria Espeleta).

Cada campaña electoral se supera a sí misma. Pero no es una superación que suponga una mejora en la calidad democrática ni en la profundidad de la deliberación. Asistimos al espectáculo del marketing partidista diseñado por estrategas,no por especialistas en políticas públicas.

Uno de los ejes de la competición fuela teatralización del espíritu patriótico, expresión de un repliegue identitario transversal a todos los partidos. Esta carrera desenfrenada, que por fin terminó la semana pasada, olvidóasuntos cruciales. El principal olvido fue la visión de conjunto, la mirada sistémica que interrelaciona economía, sociedad y ecosistema. La mirada que requiere una economía para la sociedad y una sociedad que pertenece a la biosfera ¿De qué nos sirven los patriotismos, cualesquiera que sean, si el planeta se nos va al carajo?

En sus diferentes expresiones, según los contextos históricos, ha habido proyectos colectivos tales como el internacionalismo, el altermundismo,el cosmopolitismo o la  comunidad internacional. Estas narrativashan significado un espacio, reducido y parcial, para atender a los problemas globales. Sin embargo, la competiciónpartidista por las esencias nacionales,reduce la idea del nosotros como especie humana, como ciudadanos del mundo y como forma de vida que pertenece al planeta.

Terminamos saturados de una campaña electoral que olvidó la agenda global para 2030y profundizó en el ensimismamiento nacional y patriótico. Muchas organizaciones sociales y agentes del tercer sector se debaten entre prestar servicios o hacer incidencia política, pero el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles no será posible sin una sociedad civil que los exija.

Las prioridades que, a mi juicio, debe afrontar el próximo gobierno (si es que logra formarse), han de estar alineadas a un proyecto de ciudadanía global y tendrían que partir de las siguientes premisas:

  1. El crecimiento económico es limitado y no puede seguir dependiendo de la explotación de combustibles fósiles.
  2. La innovación tecnología no vendrá a salvarlos unos segundos antes del colapso ambiental.
  3. El incremento de las desigualdades sociales y económicas fractura la cohesión social y es el terreno abonado para que surja la violencia.
  4. La salida a los problemas estructurales no puede ser individual. No hay verdadera calidad de vida ni bienestar sin el reconocimiento universal a los derechos ciudadanos sobre la base de un tejido de relaciones comunitarias.
  5. La defensa de la ciudadanía nacional, desconectada de la crisis climática, los flujos migratorios, la interconexión tecnológica y la interdependencia económicaes insuficiente.

No hablamos de una fantasía utópica. En el pasado,la ciudadanía estuvo restringida solo a los hombres, libres, adultos y propietarios de bienes, pero la acción de movimientos y organizaciones sociales consiguió ampliar la ciudadanía a las mujeres, los extranjeros, los menores, las personas con diversidad funcional y la población LGTBI. Si hemos conseguido estos avances, no es descabellado apostar por la ciudadanía global, es decir, por asegurar el acceso de toda la población a los bienes globales y garantizar la sostenibilidad de la vida en todas sus formas.

A pesar de las vacas flacas

Si hacemos balance del apoyo social a la cooperación al desarrollo en España durante la última década, tenemos una buena y una mala noticia.

La buena noticia es que, a pesar de la crisis económica, tal y como refleja la línea roja de la gráfica (crecimiento del Producto Interno Bruto, PIB), el apoyo social de los ciudadanos se ha mantenido entre el 66% y el 74% de la población (línea verde). Esto significa que el brusco descenso de la riqueza no arrastró la opinión de los españoles cuando el Centro de Investigaciones Sociológicas les preguntó si España debía cooperar al desarrollo de otros pueblos.

La mala noticia es que hay un 15% de los españoles que fluctúa, es decir, que condiciona la cooperación al crecimiento económico y un 10% que directamente está en contra. Ahora que se avecinan vientos de incertidumbre económica, no podemos olvidar que estamos entre los 15 países más ricos del mundo y, sino distribuimos internamente mejor la riqueza, aumentará el número de personas que lo pasará mal y optará por apoyar a los propios que a los ajenos.

Relación entre el apoyo a la cooperación al desarrollo y el crecimiento del PIB, 1993-2016

Fuente: “Apoyo Cooperación” CIS 1993, 2002, 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2015 y 2016. PIB, Base de datos del Banco Mundial.

Artículo de J. David Gómez-Quintero. Cátedra de Cooperación para el Desarrollo, para Espacio 3, El Periódico de Aragón.

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